Me agarro a la sombra
de tus huesos,
como una boca
que atrapa a otra
boca.
Me calcino en
la fotografía radiográfica.
Dejo
en la pared una mancha
de sombra quemada
que huele a cables
de teléfono,
a ruedas
viejas de madera
de cable de teléfono.
Quemada la cal
en la pared, ya no estoy.
Pero ahora se me ve
en lo negro
de la sombra
ósea,
sobre la luz que aún no toco,
aún sin huella
en tu nombre sobre el mío.