Cuando sientas que la amenaza
corre erguida por las paredes
en clara posición de anzuelo cíclico,
dolor intercostal,
ven a verme.
Cuando no puedas evitar el grito
amarillo, bajo el pleno sol del mediodía
como niño de córneas negras y agria voz
ven, ven a verme.
Trepa la escalera
mirando siempre abajo el cielo:
La humedad de la profunda altura
de la oscuridad está expectante.
Sube a lo más hondo
y en el negro traza un círculo.
Busca en este pozo estratosférico
para abrir las puertas que te lleven hasta el centro.
Entonces volverás
de tu cilíndrica ascensión habiéndome encontrado.
Porque soy el laberinto de tu nombre
y a tus espaldas llevo el pulpo
que recorre mis pasillos,
que siempre fueron Tú.
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