viernes, 8 de octubre de 2010

4

Por el sólo hecho

de que estamos

estimulados hasta el odio.

En el vendaval de odio.

La voz como campanas sonoras,

o el silencio

tibio y visual sobre los días,

las noches abocadas al narcótico

la paz, las lentas llamas de la paz,

sobre los ojos y el deseo.

Por no ser agrios armazones,

el óxido en las encías

y el desplome de la más

inconsistente ceniza.

Por estar decepcionados

en la médula misma de lo feliz,

estamos vivos.


Por gritar estamos vivos.

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